El flash es una excelente herramienta que nos puede salvar en situaciones límite. Con la ayuda de sus
ráfagas de luz podemos evitar complicaciones, como la trepidación. Pero el flash integrado a la cámara tiene un grave problema: no hay forma de desviar el haz de luz, apunta directamente al frente de la lente. En cambio, con los flashes externos es posible girar el cabezal y apuntar hacia otro lado haciendo que la iluminación sea mas natural y agradable.
La solución más simple a este problema es utilizar un difusor, ya que al colocar una lámina de plástico conseguimos que la luz se disperse. Podemos encontrar muchos difusores en el mercado, pero si quieres ahorrarte unos euros puedes hacerte uno tu mismo de forma muy sencilla.
Qué necesitas? Tu cámara, una regla, un cutter y un envase de un carrete de fotos de color blanco.
Paso 1: Mide el ancho del flash.
Paso 2: Quita el tapón del envase y haz un par de cortes con la medida del ancho del flash (es importante dejar el aro superior completo para poder cerrar bien la tapa), a continuación vacia el espacio intermedio entre ambos cortes.
Paso 3: Ahora solo tienes que colocar el envase en el flash y cerrar la tapa. Si el ajuste es demasiado apretado puedes cortar un poco más y si te ha quedado un poco flojo puedes usar un poco de cinta adhesiva.
Paso 4: Dispara para ver los resultados!